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sábado, 14 de enero de 2017

Misterios sin resolver

“¿Por qué demonios se colocó la caseta a menos de 3 kilómetros de otro peaje?”. 
 
 
 
 

   ¿Por qué nadie le hizo caso a los vecinos de Puente Piedra que protestaban desde agosto? ¿Hubiera pasado lo mismo si el peaje hubiese sido instalado, no sé, en la Conquistadores? ¿Por qué los problemas viales de San Isidro y Miraflores –bastante menores en comparación– tuvieron más cobertura en la prensa? ¿Por qué siempre tenemos –las autoridades, los medios– que esperar que la gente recurra a la violencia para escuchar sus reclamos?
   ¿Por qué se instaló el dichoso peaje si el contrato claramente establecía que solo tenía que construirse cuando Odebrecht termine una serie de obras que aún no se han entregado? ¿Por qué demonios se colocó la caseta precisamente allí, a menos de 3 kilómetros de otro peaje? ¿Quién en su sano juicio cree que la gente estará dispuesta a pagar dos peajes por 3 kilómetros de recorrido? ¿Quién, además, cree que anunciar simultáneamente el incremento del precio del peaje sería bien recibido en una zona que ya estaba protestando? ¿Por qué la Municipalidad de Lima renunció al 4% de los ingresos del peaje y se los entregó a Odebrecht, una multinacional confesamente corrupta?
   ¿Por qué Castañeda decidió todo esto sin consultarle a los alcaldes de los distritos afectados? ¿Por qué dijo que el contrato firmado por Villarán lo ataba de manos, pero no se sentía maniatado cuando desarmó el proyecto Vía Parque Rímac –que hubiera beneficiado a los shipibos que perdieron todo en Cantagallo– para construir otro inútil ‘by-pass’ concesionado, oh coincidencia, a otra constructora brasileña acusada de corrupción?
   ¿Por qué Susana Villarán cree que puede lavarse las manos de todo esto? ¿Quién en su gestión creyó que era buena idea darle una concesión por 30 años a Odebrecht? ¿Por qué se autorizó un proyecto en el que la misma gente de Odebrecht aceptaba que solo aliviaría el tráfico diez años? ¿Por qué no se escuchó a los críticos que en su momento dijeron que no tenía sentido gastar 60 millones en todo esto cuando había formas mucho más baratas y eficientes de aliviar el tránsito en esos 18 distritos? ¿Por qué ella autorizó esta bomba de tiempo si, poco antes de asumir como alcaldesa, había criticado a Alan García por recibir de Odebrecht la estatua ahora conocida como Cristo de lo Robado? [...]. 


Marco Sifuentes, El Comercio, 13 de enero de 2017


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